domingo, 22 de diciembre de 2013

2227

Ya casi no odio la Navidad. A la humanidad sí. Me he estado mentalizando para ver cuáles serían buenos propósitos para el año nuevo, yo no soy de propósitos y esas cosas, (les recuerdo que mi propósito de 2012 era aprender a bailar Thriller y el de 2013 aprenderme y cantar una canción en francés y lo logré), soy más de metas.

El 2014 está destinado al baile, quiero bailar mucho más que otros años, activar la mente y el cuerpo, dejar que las cosas fluyan y sentir el ritmo de la vida. Eso es lo único que quiero, improvisar con ritmo.

Pero no todo es color de rosa, hay cosas que están mordisqueando mis neuronas en estos momentos, como qué tanto dejar fluir las cosas, incluso si no te sientes cómoda con ello. En mi mente ronda si meterme o no en una relación que al parecer no le dan la suficiente importancia, si poner un alto, si seguir y olvidar las culpas. No es tan fácil dejarse llevar por la música si hay confusión de por medio, si no está clara la meta, si el objetivo no tiene un propósito. Si piensas demasiado.

Me queda claro que no es lo que busco en estos momentos, pero también que hay mucha química. Me siento como una villana de telenovela y además intento protegerme con mi personaje de bitch, ser fría y distante, pero también sé que si voy en serio debo olvidarme de este personaje y ser más la damita que soy.

¿Qué tanto dejar los prejuicios atrás, si se ve que no hay futuro? Que si, hay mucha compatibilidad, pero hay un desface social y generacional que nada más no conecta. Sentirse halagada no es suficiente para mí, como diría el gran Freddy: I want it all... ¿o I don't want it all?

De manera filosófica me pregunto: ¿Me dejo llevar como gorda en tobogán? ¿Cambio del #TeamAsaltaTumbas al #TeamAsaltaCunas? ¿O mejor a la ve_ga todo?



Y lo peor de todo es que no dejo de pensar en Scott Eastwood.