viernes, 24 de abril de 2009

Desmayo voluntario.

Yo, al igual que Plaqueta, jamás en la vida me he desmayado, pero últimamente he querido fingir que lo hago, pues a mis 22 años y casi 11 meses, siento que me queda poco tiempo para hacerlo, digamos que no es lo mismo levantar a una cuarentona del piso, que a una joven veintiañera, ¿o no?, que por cierto eso me recuerda que un día en la primaria una niñita se desmayó en pleno patio a la mitad de los honores a la bandera, el niñito (futuro hombre caballeroso... NOT!) que estaba atrás de ella, en vez de detener o al menos intentar que su compañerita no azotara cual res, el muy maldito dio un paso atrás para que la cabeza de la susodicha en vez de triturar sus delicados deditos con su cabeza, iluminara de carmín el descolorido patio escolar. Aunque eso si, fue tremendamente gracioso. A la tipita no le salió ni gota de sangre, no se alteren. Pero si fue medio mala ondita del chamaquillo.



Ahora con la influenza eso tendrá que esperar un poco más porque seguramente me dejarían ficticiamente tirada en la banqueta, y aunque me encanta la histeria colectiva que cubre la ciudad, reflejada en el hecho de que los tapabocas se han agotado, ja-ja. (En momentos como este se entiende porque ser el malo de la historia es taaaaaan genial, no hay nada como generar pánico y ver las reacciones de las personas. Además de que el hecho ser un villano te da automáticamente el derecho a poseer el mejor vestuario ( de la serie, película, caricatura, etc) y por supuesto que también te asegura cierta comodidad económica), no creo que sea un buen momento para tirarme en el piso a fingir un desmayo.



El punto aquí es que mis puestas en escena callejeras tendrán que esperar un poco más, por lo menos a que:



1. Se extinga el pánico, pre y post influenza.

2. Consiga alguien conocido que me cuide desde lejos mientras yo finjo un desmayo (por aquello de los aprovechados).

3. Que encuentre algo de provecho en mi vida, para que deje de andar pensando tonterías y mantenga mi mente ocupada.



Así que porfa, usted caballero, que se jacta de serlo, (pero que usted y yo sabemos que no lo es, a menos de que su comodidad no se ponga en riesgo, o que se ponga en tela de juicio su hombría) si ve a alguien desmayarse sea tan atento de levantar a la persona en cuestión.