domingo, 17 de julio de 2011

La clave del Sol.


Poco a poco las obsesiones que tenemos le van dando paso a otras nuevas, la mente trabaja sólo para encontrar relaciones con el objeto o sujeto por el cuál no dormimos, o por el cuál soñamos, por el que despertamos todos los días, por aquel que está en la marca de nuestros objetos, en las placas de un auto, y en todos aquellos objetos que, en realidad, no tienen relación pero se las buscamos a la fuerza... porque... pues, porque es el destino ¿no?

Afortunadamente para ustedes y para mí, queridos lectores, muchos de nosotros padecemos esas pequeñas obsesiones por momentos breves, quizá un par de semanas o un par de meses. Yo, por ejemplo, tengo el don, (que a estas alturas ya es como maldición) de ofuscarme por cualquier músico o pseudoartista.

Como vil terapia psicoanalítica me trasladé a los orígenes de este padecimiento y me encontré a mi misma hace 10 años, en la prepa donde en aquellos 3 años mis grandes amores eran: un tipo con una voz de tenor que cantaba y tocaba la guitarra en la jardinera central; el otro, un futuro doctor, que también tocaba esporádicamente este instrumento, y el último un pianista que me invitó más de una vez a sus conciertos de música de cámara. Sentencia dictada.

Y así, supongo, nació mi obsesión por los músicos, porque además de tener talento, son sensibles, y soñadores, románticos pero con la fuerza suficiente de manipular un instrumento y darle su vida... en fin, ya lo decía Charles Chaplin (músico también, por cierto):

Los escritores son gente agradable, pero no comprometidos; todo su conocimiento rara vez lo comparten con otros, la mayoría de ellos se la pasa entre las tapas de sus libros. Los científicos pueden ser una excelente compañía, pero su sola apariencia en un salón mental paraliza al resto de nosotros. Los pintores son un aburrimiento debido a que la mayoría de ellos trata de hacernos creer que son más filósofos que pintores. Los poetas son, sin duda, la clase superior y como personas son agradables, tolerantes y excelentes compañeros. Pero creo que los músicos, en conjunto, son más solidarios que cualquier otra clase. No hay nada tan cálido y conmovedor como ver una orquesta sinfónica. Las luces románticas de sus escenarios, la afinación y el silencio repentino cuando el director hace su entrada, afirma el sentimiento social de cooperación.


Así pues, he hecho un par de conclusiones en mi vida y aunque seguiré adorando a los músicos he decidido liberarme de sus sombras, sin perder el objetivo.

Seguramente ustedes también tienen un patrón de obsesión, ya sea las chicas de ojos claros, gordibuenas, muy altas, con pinta de inglesas... o qué se yo, en ocasiones ni siquiera es posible definir el porqué ciertas personas permanecen más grabadas en nuestras mentes.

Zapatito blanco, zapatito azul, ¿cuál es la obsesión que tienes tú?