martes, 20 de noviembre de 2012

LAB trece. El número de la suerte.


¡Tercera llamada! Todos los espectadores se miran entre sí esperando que los actores entren a la habitación. No hay proscenio, ni escenario, ni telón; los actores no entran desde el cuarto de junto, ni por la puerta. Algunos ya están entre el público. 

Mendoza comienza. Los actores están al centro de la habitación, altos y estoicos. La sensación al principio es intimidante, sin embargo, y salvo contadas ocasiones, se respeta la cuarta pared; cosa que los más tímidos agradecerán.

Mendoza es Macbeth en 1910; es Shakespeare, es Juan Rulfo, es Mariano Azuela es el periódico de hoy. La adaptación de Juan Carrillo y Antonio Zúñiga es impecable, no hay ningún momento en el que no estés viendo escenas la Revolución de forma contemporánea e isabelina a la vez. La escenografía es mínima, la atmósfera está en los gestos y movimientos de los protagonistas, todos perfectamente cuidados con elementos precisos. Las actuaciones son una danza equilibrada y potente que obedecen a  una dirección prometedora.

En el aire de las diferentes escenas se transmite tensión, incertidumbre, alegría y temor. Al  final cuando preguntan en una encuesta escrita "¿Qué te hizo sentir la obra?", no puedes contestar más que: Todo. Porque hay tantas emociones que no se podría sólo escoger una, porque es imposible sentir nada.  

Y este sentir mucho tiene que ver el concepto que tiene LAB trece, que es el concepto de un espacio íntimo, el cual  te recordará a un amigo de la infancia que te recibe en su casa con los brazos abiertos, con una taza de café, agua, vino o tu bebida favorita y que platica contigo mientras esperas. Ese es el encanto más grande de este nuevo recinto en Isabel la Católica: te hace sentir especial. 


Por si fuera poco, al final puedes brindar con los actores. La cuarta pared desaparece para mostrarte (justo como el nombre de la compañía) que son Seres Comunes, y ahí te encuentras de frente con Mendoza, con Montejo, con Aguirre y hasta con Canosa, pero ya no como personajes, sino como espíritus interpretativos que al final de cuentas son  simplemente humanos. Humanos que desbordan talento.

Si vuelven a reestrenar, es una obra de teatro que vale cada centavo, los personajes no le temen a la violencia, a la traición, a la ira ni a la locura. En la Fan Page de LAB Trece y en su Twitter @LabTrece encontrarán más datos de su reestreno y de otras puestas en escena que seguramente no defraudarían ni al mismísimo Shakespeare.