¡Tercera llamada! Todos los espectadores se miran entre sí
esperando que los actores entren a la habitación. No hay proscenio, ni
escenario, ni telón; los actores no entran desde el cuarto de junto, ni por la puerta. Algunos ya están entre el público.
Mendoza comienza. Los actores están al centro de la
habitación, altos y estoicos. La sensación al principio es intimidante, sin
embargo, y salvo contadas ocasiones, se respeta la cuarta pared; cosa que los
más tímidos agradecerán.
Mendoza es Macbeth en 1910; es Shakespeare, es Juan Rulfo,
es Mariano Azuela es el periódico de hoy. La adaptación de Juan Carrillo y Antonio Zúñiga es
impecable, no hay ningún momento en el que no estés viendo escenas la Revolución de forma contemporánea e isabelina a la vez. La
escenografía es mínima, la atmósfera está en los gestos y movimientos de los protagonistas, todos perfectamente cuidados con elementos precisos. Las actuaciones
son una danza equilibrada y potente que obedecen a una dirección prometedora.
En el aire de las diferentes escenas se transmite tensión, incertidumbre, alegría y temor. Al final cuando preguntan en una
encuesta escrita "¿Qué te hizo sentir la obra?", no puedes contestar más que:
Todo. Porque hay tantas emociones que no se podría sólo escoger una, porque es
imposible sentir nada.
Y este sentir mucho tiene que ver el concepto que tiene
LAB trece, que es el concepto de un espacio íntimo, el cual te recordará a un
amigo de la infancia que te recibe en su casa con los brazos abiertos, con una
taza de café, agua, vino o tu bebida favorita y que platica contigo
mientras esperas. Ese es el encanto más grande de este nuevo recinto en Isabel la Católica: te hace
sentir especial.
Por si fuera poco, al final puedes brindar con los actores.
La cuarta pared desaparece para mostrarte (justo como el nombre de la compañía)
que son Seres Comunes, y ahí te encuentras de frente con Mendoza, con Montejo,
con Aguirre y hasta con Canosa, pero ya no como personajes, sino como
espíritus interpretativos que al final de cuentas son simplemente humanos. Humanos que desbordan talento.
Si vuelven a reestrenar, es una obra de teatro que vale cada centavo, los personajes no le temen a la violencia, a la traición, a la ira ni a la locura. En la
Fan Page de LAB Trece y
en su Twitter @LabTrece encontrarán más datos de su reestreno y de otras puestas en escena que seguramente no defraudarían ni al mismísimo Shakespeare.